domingo, 10 de enero de 2010

Policía: ¿seguridad o despotismo?


Una noche en un bar. Rodeada de gente agradable y en un ambiente tranquilo. Conversaciones habituales y comunes reinan en la mesa y en la barra. Nadie podía decirme entonces que mi tranquilidad se convertiría en indignación en apenas unos minutos. Nos giramos y vemos a un hombre sentado en el suelo. Era obvio que no se encontraba bien. De cara conocida en el barrio, podía destacar por su apariencia e incluso en ocasiones por su extraño comportamiento, pero nunca por ebriedad, ni mucho menos agresividad. El hombre se encontraba, como digo, sentado, apoyado en la parte baja de la barra, pálido como una taza de loza y con movilidad reducida.

La gente observa, pero nadie hace nada. Nosotros, recién enterados, nos preguntamos qué puede suceder. Mi madre se levanta entonces, dispuesta a llamar al 112. Y es aquí interesante incluir el comentario de una de las personas que había en el bar, que conocemos. Se dirigió a mi madre: "Pero déjalo, si está borracho". Comentario egoísta donde los haya. ¿Y si no es una borrachera? Más aún viniendo de alguien al que casi nunca se ha visto ebrio. De todas maneras, ¿qué pasa si es una borrachera? ¿No puede haberle sentado mal? ¿Y si tuviera un coma etílico? ¿Y si había tomado algún medicamento y a poco alcohol que haya ingerido le ha provocado un efecto fatal? ¡Y qué más da! Un hombre se encuentra mal, está pálido... En fin.

Y volviendo al tema, cuando mi madre se disponía a llamar, el camarero dice que ya lo ha hecho él (no dice que ha llamado al 112, simplemente que ha llamado). Mi madre regresa a su silla y continuamos con nuestra charla, aunque, lógicamente, pendientes de la situación.

Pasan los minutos y nadie llega. Finalmente, la puerta se abre y aparecen cuatro policías locales, que inmediatamente se sitúan al lado del hombre. Todos le preguntan casi al unísono su nombre, con un tono un tanto prepotente. El hombre contesta, aunque resulta un poco difícil entenderle. Vuelven a repetir la pregunta, con un tono aún más insolente, tras no haber entendido el nombre. Y el hombre vuelve a contestar, y se vuelve a repetir la situación. Finalmente, uno de los policías se agacha y le pide la documentación. Aquel individuo, que apenas podía moverse, hace el esfuerzo de meter la mano en su bolsillo del pantalón y sacar una cartera de cuero marrón. Todo esto a una velocidad muy reducida. Los policías registran la cartera para conocer la identidad del hombre, que continúa de un pálido preocupante.

Entonces, en nuestro círculo alguien pregunta: "¿Pero dónde narices está la ambulancia?". Es entonces cuando comienza nuestra indignación. ¿Qué hacían cuatro policías intimidando a un señor que apenas podía moverse? Era obvio que no iba a levantarse, robarles y escaparse corriendo. Nos percatamos entonces que es en ese momento -o apenas unos segundos antes- cuando alguien llama a la ambulancia. ¿No debería haber venido antes la ambulancia, y luego, si hiciera falta, la policía? ¿No era prioritaria la salud de ese hombre a su identificación? Por lo visto, no.
En conclusión, la ambulancia llegó por lo menos al cuarto de hora -tal vez veinte minutos- de que todo aquello comenzara. Nadie la llamó hasta entonces.

Esto sucedió anteayer, el viernes 8. Ayer por la tarde podían escucharse diversas opiniones sobre el asunto. La mayoría de los del grupo que estábamos opinábamos que había sido una actuación exagerada. Evidentemente, el tema empezó mal desde que el camarero no llamó a la ambulancia, sino a la policía, lo cual tampoco entendíamos, pues no había delito ni conflicto alguno. Simplemente un hombre que se encontraba mal. ¿Qué pintaban, ya no uno solo, sino CUATRO policías ante un hombre enfermo que no podía casi hablar y apenas moverse? ¿Para esto están nuestras fuerzas del orden? Eso sí, como dijo una mujer del grupo, "¡el día del atentado de ETA no había aquí ni uno!". Y eso sí, luego piden aumento de sueldo. Yo también quiero que me paguen así sólo por pedir la documentación e interrogar a indigentes y hombres indefensos.

En fin, otro tema más para reflexionar. Policía, seguridad nacional, ¿mito o realidad?