jueves, 5 de noviembre de 2009

"El aborto es una propuesta egoísta de padres cobardes"



Hay quien dice que en este país la libertad de pensamiento y, más que otra, la de expresión, está truncada. Esos mismos son quienes critican que se violan sus libertades y, más que otra cosa y por encima de todo, su fe. Esos comentan que no se respeta el embarazo, la maternidad, la familia y, más que nada, el hecho de expresarlo. Organizan manifestaciones "multitudinarias" en defensa de la vida (o más bien SU concepto de vida), de la familia (de nuevo SU concepto de familia), y de la fe (SU fe, pues piensan que es la única fe existente, lo cual no es cierto, pero ese es otro tema).
Pues bien, hoy tengo que decir a toda esa gente que, si buscan respeto, han de respetar ellos antes. Es lo que a todos nos enseñaron cuando éramos pequeños: no pegues si no te gusta que te peguen. Pues bien, no pidas libertad de expresión si tú no la respetas.

Y no me baso en mis propias convicciones, que ahora no vienen a cuento, sino en un texto que ha llamado mi atención de manera considerable. Se llama "Sin condiciones", y pertenece al semanario católico
Alfa y Omega. Cito textualmente: Sólo unos padres que no quieran a su hija pueden proponerle que aborte. En el fondo, late una falta de amor, una búsqueda de la propia conveniencia por encima del bien del hijo. Que digan que el aborto es un asesinato, pase. Que lo completen organizando manifestaciones que tildan de "progresistas", pase. Pero que declaren a los cuatro vientos que unos padres que propongan a su hija adolescente embarazada el aborto no la quieren, y que lo que sucede realmente es que hay una falta de afecto y un creciente egoísmo por parte de los progenitores... me parece un poco excesivo. Y es que repito, quien quiera tolerancia, que la practique antes. Dar y recibir.

A esto hay que añadir la hipocresía de esta gente y, aún más -cómo no- de la Iglesia. ¿O es que estos señores -y más señoras- no recuerdan todos aquellos niños -ya nacidos, por cierto- que perdieron a sus padres fusilados durante el Franquismo, al que, curiosamente, su amada y generosa Iglesia apoyaba fervientemente? Y, ¿no recuerdan a aquellos niños -también nacidos- que tuvieron que exiliarse al extranjero -la mayoría a la URSS- porque quedaron huérfanos de padre y madre, y en cuya orfandad colaboró activamente la Iglesia por su complicidad con el Franquismo?

Y me gustaría terminar con una pregunta que me reconcome desde hace tiempo, y es una cuestión que no logro entender, pues los argumentos chocan entre sí, pierden su sentido por separado -y más aún juntos- y caen por su propio peso: Cuando se pregunta a una de estas personas -y lo he visto con mis ojos- por qué va en contra del aborto, responden algo como:
Porque defiendo la vida. Hasta ahí -aunque con muchos matices y diferentes conceptos de lo que es la vida- estamos bien. Segundo punto. Se pregunta cómo se podría evitar el aborto. Respuesta: Tomando precauciones para el embarazo. Vale. Y aquí surge mi gran pregunta, que ya la he formulado alguna vez y las personas se ríen y callan: ¿Y qué precauciones se deben tomar, si también van en contra de los métodos anticonceptivos? Así que, ante la ausencia de una respuesta medianamente sólida -o simplemente sin respuesta-, me he tomado la libertad de deducirla: No hay precauciones, al menos no las hay válidas. La clave está en la abstinencia. ¿Hasta cuándo? Pues hasta que venga Dios a verte, hija, y te brinde la maravillosa oportunidad que supone el matrimonio.